14.3.11

Entregada a la noche


Te entregas a la noche, amante y carcelera, que te ama y te ata y te domina, que te envuelve en su luna y te posee, que te marca la piel con luna llena, con besos calientes como el aire que acaricia tu cuerpo sometido, desnudo, arrodillado, entregado a sus manos invisibles.

La noche te encadena y te amordaza, te esposa las muñecas y tobillos, se adueña de ti y de tu alma, te ordena que liberes tus sentidos, que vibres de pasión y de deseo, que temas su dominio y el poder de sus labios sobre tu carne desnuda y excitada.

Se eriza tu piel al roce de sus dedos que alunizan en las lunas de tu cuerpo, que recorren tu caliente orografía, las redondas colinas de tus pechos, las cimas elevadas de tus pezones pinzados, el conquistado cráter de tu ombligo, la isla volcánica de tu sexo húmedo y ardiente, el plisado orificio que se esconde entre las dunas de tus nalgas separadas.

La noche te azota y te castiga, enreda en tu cintura el látigo hiriente de la soledad, golpea tu espalda y tus senos con el cuero trenzado del silencio, tus nalgas con la fusta implacable de la nostalgia.

Y te quita la mordaza para que gimas, para que grites del dolor que te provoca la ausencia de mis manos y mi boca y quedes, al fin, dispuesta únicamente para el goce, para ser poseída por la noche, amante y carcelera, que penetra en tu vientre y en tus entrañas con lujuria, hasta hacerte delirar por el placer que te desatan tus deseos liberados.

Te entregas a la noche... Pero tú sabes, princesa, que en verdad es a mí a quien te entregas... Porque yo estoy en la luna de esta noche, para amarte, para atarte y poseerte, para marcar tu piel con luna llena...

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